Los síntomas físicos en el consultorio Gestalt
- Dec 14, 2024
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Mi inquietud por investigar sobre los síntomas físicos y la enfermedad crónica como proceso para abordarse en el consultorio gestáltico, nace desde una experiencia personal que ahora encuentro también en mi práctica profesional. Hace más de dos años me vi en la necesidad de un transplante de riñón para continuar una vida plena, hoy dirijo un grupo terapéutico para personas que está en el proceso por momentos muy desesperanzador de encontrar una segunda oportunidad de vida. Mi experiencia y ahora la que comparten algunos otros conmigo me sirve de empuje, guía e inspiración para conocer más sobre el tema. Espero esta recopilación breve pero profunda sobre la fisiología de segundo orden apoye también tu apráctica.
La dicotomía cuerpo – mente parece haber quedado atrás hace muchos años, la ciencias de la salud reconocen al organismo como un todo indivisible en donde cada una de las partes está en profunda e íntima relación con la otra, aun así la medicina y en muchos casos la psicología, parecen hacer caso omiso de esta verdad reconocida y siguen segmentando al individuo para el cuidado de la salud y sobre todo del tratamiento de síntomas, haciendo diagnósticos y tratamientos puntuales y distantes de partes especificas sin considerar la unión y complejidad del sistema completo. Así mismo dentro de cada uno de estos sistemas; mente y cuerpo, hay subdivisiones que en un inicio sirven para comprender los distintos elementos identificados, pero que en el resultado final simplemente confunden ya que mantienen la visión limitada y divida del organismo. Es así como terminamos por separar las emociones y sentimientos de los procesos fisiológicos del cuerpo.

De esta manera y sin dedicarle tanto tiempo a la compleja e íntima relación que comparten todas las partes de nuestro ser, tanto médicos como psicoterapeutas abordan su área de especialidad como si estuviera separada de las otras. Pero el individuo es uno, y la sabiduría de su cuerpo (incluyendo la mente, las emociones y sentimientos) está íntimamente relacionada y trabajando en unión constante.
“El sistema de ajustes conservadores que hemos heredado es la fisiología. Por supuesto, está integrado y se autorregula como un todo; no es una serie de reflejos elementales: a esta totalidad de la fisiología los antiguos solían llamarla “alma” y la psicología (ciencia del alma) incluía también el estudio de la fisiología” (Perls, Hefferline, Goodman. 2020. pp: 223).
La manera antigua de considerar a la totalidad del individuo como alma me mueve a una visión aún más amplia, en donde tanto cuerpo y mente estaban en unión con el espíritu, y el individuo y su experiencia estaba influenciado y modificado por cada una de sus áreas. Somos organismos pluridimensionales, en donde nuestros dolores, movimientos, crecimiento, expansión, retracción o cualquier proceso experiencial se ve reflejado en la totalidad de nuestro ser.

Es a través del funcionamiento de un organismo indivisible que buscando la autorregulación se va transformando y al fijar ajustes que en algún momento fueron considerados creativos da pie a la creación de la fisiología de segundo orden, y así el cuerpo comienza a expresar lo que no pudo resolver de una manera más efectiva. El dolor comienza a mover la atención al cuerpo, que se mantiene como una figura constante en primer plano, pidiendo con urgencia que se resuelva de manera distinta algo que está poniendo en riesgo al organismo completo en su intento por regularse. Recordemos una máxima clásica terapéutica “el hombre sano siente sus emociones, el neurótico siente su cuerpo”, y así el cuerpo comienza a expresar las emociones que quedaron atrapadas en su intento fallido por salir, lanzando un grito de ayuda a modo de síntomas físicos o incluso a través de enfermedades crónicas, enfermedades autoinmunes y degenerativas.
¿Y que podemos hacer nosotros como terapeutas? Es difícil pensar que nuestro impacto pueda llegar tan profundo como para cambiar la fisiología, cuando el reflejo es físico parece iluso pensar que la mente y su sabiduría tenga las herramientas necesarias para regresar al organismo al equilibrio, a la homeostasis; pero si es posible y aunque de ninguna manera va a reemplazar el proceso médico que esté determinado como tratamiento, si lo puede apoyar, y nuestra intervención terapéutica puede ampliar la experiencia para que la persona tenga nuevas herramientas que la permitan responder de manera novedosa y flexible ante las situaciones que las llevaron a enfermarse físicamente en primera instancia.
Si recurrimos al ciclo de la experiencia de Kepner podríamos identificar un síntoma físico, o fisiología de segundo orden como una interrupción habitual al intento de satisfacer alguna necesidad “la dificultad surge cuando el ciclo es interrumpido habitualmente en una forma que está fuera de nuestra consciencia, de modo que nuestras necesidades no pueden resolverse. Esta falta de conclusión se manifiesta como un malestar organísmico y enfermedad” (Kepner, J. 1992. pp: 91). Y es así, como el organismo con una necesidad pendiente intenta de una u otra manera seguir adelante, al ajustarse físicamente modifica su funcionamiento natural para dar espacio a lo que no logró resolverse. “Es la corporificación de el asunto inconcluso, que resulta de ignorar la necesidad inicial de movimiento… la interrupción de otras necesidades importantes da como resultado asuntos inconclusos que se manifiestan como incomodidad, dolor, ansiedad, depresión, enfermedad y falta de espíritu e integridad” (ibis. pp:91). Entendiendo entonces el malestar físico como una interrupción constante de una necesidad importante podemos comenzar a explorar cómo abordarlo ya que el sintoma no sólo es visto como una causa de sufrimiento, sino tambien como una fuente potencial de excitación, una fuente de energia vital no utlizada (Nemirinski, O. en Francesseti, Gecele, Roubal. 2013. pp: 728).
Cuando el paciente llega al consultorio en un proceso de enfermedad grave, la situación parece compleja ya que se unen varios elementos, entre los que podemos encontrar la necesidad inconclusa que ahora se hace evidente de manera física, el cuerpo o alguno de los órganos experimentado como el agresor, como algo que hay que arreglar, una sensación abrumadora ante los diagnósticos médicos, la experiencia enajenada del sí mismo ante la enfermedad, y sobretodo miedo, mucho miedo a la muerte. En esta mezcla característica la sensación estética es de fragilidad, el ritmo hacia el contacto debe de ser delicado, el terapeuta se va moviendo de manera cuidadosa sabiendo que la sensibilidad del campo está a flor de piel, las fronteras ilusorias entre cuerpo, mente y espíritu parecen borrarse, y la característica desesperación de alguien cercano a la muerte funciona como catalizador al crecimiento, a la expansión. El campo sentido está empapado de vida y muerte simultáneamente, algo sagrado parece estar presente ante la lucha por la vida, la esfera espiritual suele emerger en el intento por sentir un apoyo inquebrantable y sobre todo con la necesidad de lograr descansar en “algo” o “alguien” que parece estar sobre cualquier control humano. Lo físico o lo mundano, lo energético o lo divino comienzan una danza sagrada. Así se siente el campo cuando el cuerpo está en un grito de auxilio.
Una vez entablada la relación y de manera cuidadosa el trabajo se desarrolla hacia recuperar el sentido del sí mismo, que, entre diagnósticos e indicaciones médicas, está en una nebulosa y el primer trabajo es el de aclarar el panorama. La enajenación que podríamos más bien llamarla disociación experimentada en esta nebulosa tiene la urgencia de recuperarse a toda costa de este mal que lo ataca. “Este es el momento de la máxima enajenación de la persona: cuando se vive a sí misma como el objeto que hay que reparar” (Shnake, A. 2007. Pp :19). Queda claro que lo que hay que reparar o más bien recuperar es el contacto, entre cuerpo y mente, entre cuerpo, mente y espíritu, y la mejor manera según Shnake (ibis, pp:27) en un inicio es entablar un diálogo, dar espacio a eso que parece ser el agresor para expresarse, sentirse, experimentarse ahí, en el campo terapéutico. Lo primero es escuchar al que se queja, y permitir a la persona que se dé cuenta que tiene que ver con esta parte de sí que ha dejado de trabajar en silencio y avisa de su presencia.
Adriana Schnake propone lo sigueinte: (Schnake, A. 1995)
1. Para comenzar el terapeuta debe dar una breve explicación en donde se deja claro que no se puede tratar a la enfermedad como enemiga, hay que escucharla, no pelear con ella sin saber a qué vino. Se invita al paciente a conectar con esa parte, con lo que sabe y no sabe de lo que le ocurre, escuchando atentamente a “ese grupo de células” que se declaran en rebeldía. Lo importante está en el mensaje que nos vienen a dar pues no está dispuesto a ser olvidado. Lo que se pretende es ayudar a que el ser humano se haga responsable y entienda el mensaje que ésta le trae a toda su persona, aprovechando una vía regia para trabajar con toda la estructura caracterológica de quién nos consulta. Lo que la persona descubre puede – a veces- detener el proceso cuando todavía no ha entrado en una fase irreversible. El que tiene la clave definitiva de su propia enfermedad es el enfermo.
2. Una vez listo para entablar la conversación, se acomodan dos cojines en el piso, uno para la posición del paciente y otro para el órgano (o parte del cuerpo) con el que va a contactar. El trabajo se da como un trabajo de partes, en donde el paciente en primera instancia es invitado a tomar el lugar del órgano enfermo. Le pedimos que describa en primera persona y en presente todo lo que sabe de este órgano, insistiendo como terapeutas que el órgano describa con la mayor profundidad sus funciones y su trabajo específico. El diálogo se da entre el paciente y su órgano, el terapeuta no actúa como intermediario. El rol del terapeuta es de tener una escucha total, no solo a las palabras sino también a los gestos del paciente. Su función es darse cuenta especialmente de aquellas cosas que enfatiza la persona, y que no necesariamente corresponden a funciones del órgano que está hablando. Debe atender a aquella característica o función que el paciente no menciona.
3. Una vez que el paciente termina de hablar desde la postura del órgano, el terapeuta puede tomar ese lugar para asistir en el diálogo, sin interpretar y sin teorías, simplemente para corregir absurdos o agregar información básica sobre el funcionamiento del órgano que fue omitida por el paciente. Es evidente que las características evitadas o no reconocidas de la función de un órgano, son la clave de un conflicto que la persona está negando, o eludiendo, o no aceptando por algún motivo[1].
4. Cambian posiciones nuevamente, el paciente asume ser el órgano ahora con las características aportadas por el terapeuta. Estos cambios pueden seguirse dando a lo largo del diálogo, cada vez que algo necesite ser aclarado o resaltado para el paciente o incluso para fortalecer las posturas de cada parte.

De esta manera, poco a poco, y a lo largo de varias sesiones es que el paciente puede lograr recuperar aquellas características proyectadas y enajenadas en órganos de su cuerpo. Como lo afirma Kepner el objetivo del trabajo terapéutico en la proyección del cuerpo es la restauración del sentido del “yo” a la experiencia corporal. El cuerpo debe volverse el sujeto de la experiencia de modo que la escisión entre cuerpo y mente pueda ser curada y los aspectos proyectados del sí mismo pueden ser asimilados e integrados al funcionamiento vital (Kepner, J. 1992. Pp :113). Desde cualquier enfermedad que nos aquejé podemos rescatar los aspectos más negados, olvidados y combatidos de nosotros mismos. Es este rescate el que finalmente nos transforma en personas enteras, totales. Tal vez no mejores ni peores que otras, pero cada vez con menos huecos (Schnake, A. 1995. Pp :112).
Creo que vale la pena ampliar la estrategia del consultorio gestáltico con las aportaciones del Dr. Gabor Maté, que ha desarrollado la técnica terapéutica llamada Compassionate Inquiry (cuestionamiento compasivo). Mucho de lo que él nombra puede leerse y utilizarse dentro de la gestalt aún cuando la visión es distinta propone formas similares para abordar la experiencia física como resultado de una expresión emocional no lograda. Con mucha claridad, el Dr. Gabor Maté en su libro Cuando el cuerpo dice No, la conexión entre el estrés y la enfermedad (Gabor, M. 2020) nos comparte su trabajo extensivo con pacientes que sufren distintas enfermedades y el estudio extenso que realiza en donde detecta similitudes en las historias emocionales de sus pacientes. Gabor afirma, cuando nuestra capacidad psicológica para distinguir entre el yo y no-yo se desactiva, esta alteración se extiende también a nuestra fisiología. La ira reprimida provocará, a su vez, una inmunidad alterada. La incapacidad de procesar o expresar sentimientos de manera efectiva y la tendencia a atender las necesidades de los demás antes que considerar las nuestras son patrones comunes en personas que desarrollan enfermedades crónicas. Estos estilos de afrontamientos representan un emborronamiento de los límites, una confusión del yo y no-yo a nivel fisiológico. La misma confusión se dará a nivel celular, de los tejidos y de los órganos corporales, y el sistema inmunitario se volverá demasiado confuso para distinguir entre el yo y el otro, o se verá demasiado mermado para defenderse del peligro.

Dr. Maté reconoce siete pautas que considera esenciales en el trabajo para recuperar al cuerpo de la enajenación, para la curación[2]. La aceptación es la primera, la cual implica la voluntad de reconocer y aceptar las cosas tal y como son, alimentando también una relación compasiva con uno mismo. El desarrollo de la consciencia ocupa el segundo lugar, en donde se señala la importancia de una práctica de prestar atención constante a nuestros estados internos y los posibles síntomas, reconociéndolos no solo como problemas que superar si no mensajes que atender. La ira es la pauta número 3, de acuerdo al Dr. Maté, tanto la represión de la ira como su escenificación descontrolada son ejemplos de la expresión anómala de las emociones que está en la raíz de la enfermedad. Señala que tanto la represión como los ataques de ira representan un miedo a la exigencia genuina de la ira y se debe de alcanzar una expresión saludable que resulta en un ejercicio de empoderamiento y relajación, la experiencia la reconoce como la de una fuerza que recorre el sistema, junto con una movilización para atacar. En número 4 es considerada la autonomía, ésta entendida como el establecimiento y reclamación de los límites. Los limites son el resultado consciente e interno que define el yo soy, la autonomía es el desarrollo del centro de control interno. Posteriormente viene el apego, la conexión con el mundo. Debajo de toda la ira yace una necesidad profunda frustrada de contacto íntimo. La curación requiere y a la vez implica recuperar la vulnerabilidad que nos llevó a desconectarnos emocionalmente. Buscar conexiones es necesario para la curación. La posición seis es tomada por la aseveración, la proclamación de nuestro ser, una valoración positiva de nosotros mismos al margen de nuestra historia, personalidad, habilidades o las percepciones que el mundo tiene de nosotros. La aseveración desafía la creencia de que debemos justificar de algún modo nuestra existencia. Por último, llega la afirmación, al afirmarnos hacemos una declaración positiva; nos dirigimos hacia algo más valioso. Gabor explica que existen dos valores básicos que pueden ayudarnos a curarnos y permanecer enteros, el primero valor es nuestro ser creativo, la expresión personal a través de cualquier medio creativo (escritura, arte, cocina, jardinería, oratoria, etc.) la considera como sanadora para el que la realiza y también para quien la recibe, lo que tenemos dentro debe de salir. La segunda gran afirmación tiene que ver con el propio universo, nuestra conexión con todo lo que es. Somos parte del universo con consciencia temporal, pero nunca separados de él. Dentro de esta afirmación Dr. Maté habla de cómo cuando se enfrentan a la enfermedad, muchas personas buscan a sus seres espirituales casi instintivamente, buscan nuevos caminos, reafirman su fe tradicional, meditan o entran en comunión con la naturaleza. Cada uno busca su propio camino hacia la luz interior o exterior.
La salud descansa sobre tres pilares: el cuerpo, la psique y la conexión espiritual. Ignorar cualquiera de ellos es invitar al desequilibrio y a la enfermedad.
Ambas propuestas, aunque distintas nos llevan a considerar los síntomas como un mensaje del cuerpo, como una voz que no puede ser callada un minuto más. El proceso desde mi perspectiva más que de “curación” es de descubrimiento, destapar lo que en algún momento fue oculto, lo que no pudo ser asimilado. El proceso del crecimiento a través de la enfermedad física implica valentía y sobre todo mucho apoyo, para lograr mantener la capacidad de curiosidad y asombro ante lo que se revela, para lograr mantener una mente abierta, y flexible ante lo que toca modificar. Me parece esencial que el terapeuta logre mantener la esfera espiritual presente como parte de su campo, para poner al servicio y otorgue apoyo y esperanza para el proceso co-creado de ambos. Es a través de la enfermedad del cuerpo físico, que se borran las fronteras, se expande la consciencia y con ella la realidad que experimentamos en vida, me atrevo a decir que fue, en mi experiencia personal, el regalo más grande que me ha tocado vivir y ahora escribir para contar.
Bibliografía:
Francesetti, Gianni. Gecele, Michela. Roubal, Jan. 2023. Terapia Gestalt en la práctica clínica. De la psicopatología a la estética de contacto. IHPG Editorial, CDMX.
Kepner, James. 1992. Proceso Corporal. Un enfoque gestalt para el trabajo corporal en psicoterapia. Editorial el Manual Moderno. México, CDMX.
Maté, Gabor. 2020. Cuando el cuerpo dice no. La conexión entre el estrés y la enfermedad. Gaia Ediciones. Canadá.
Perls, Frederick. Hefferline, Ralph. Goodman, Paul. 2020. Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana. IHPG Editorial, CDMX
Schnake, Adriana. 1995. Los diálogos del cuerpo. Un enfoque holístico de la salud y la enfermedad. Cuatro Vientos Editorial, Santiago de Chile.
Schnake, Adriana. 2007. Enfermedad, síntoma y carácter. Diálogos gestálticos con el cuerpo. Cuatro Vientos Editorial, Santiago de Chile.
[1] Adriana Schnake creó una serie de fichas técnicas con la información de cada órgano para asistir el trabajo terapéutico y tener un conocimiento básico sobre la descripción y funcionamiento del cuerpo. Este trabajo está recopilado en el libro Enfermedad, síntoma y carácter. Diálogos gestálticos con el cuerpo, que puedes encontrar en la bibliografía.
[2] El termino curación, para efectos de este documento temático, no será considerado como la resolución de la enfermedad física, sino como el entendimiento profundo que libera a la persona de experimentar su realidad desde la misma perspectiva. La curación entonces puede significar una manera más amplia de entender la realidad, una mejor expresión de las emociones, encontrarse de nuevo en contacto con si mismo y con el mundo e incluso reestablecer o iniciar una conexión espiritual en donde se sienta apoyada y acompañada, logrando dar un significado profundo a su experiencia.
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